Uno de los grandes retos que tenemos por delante como sociedad es situar la tecnología al servicio de la igualdad y la justicia, e impulsar la misma bajo una perspectiva de género a lo largo de todas las etapas formativas de nuestro sistema educativo; una necesidad cuya urgencia se pone de manifiesto por numerosos motivos.

Sin ir más lejos, un reciente Informe elaborado por la UNESCO revela que los estudios relacionados con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas -las denominadas carreras STEM por sus siglas en inglés- continúan siendo escogidas en su mayoría por hombres. Según este documento los niños y las niñas muestran un interés similar en estas materias durante los estudios primarios; sin embargo «al llegar a la educación superior las mujeres representan solo el 35% de los estudiantes matriculados en las áreas relacionadas con STEM», lo que resulta especialmente grave teniendo en cuenta que se trata de perfiles profesionales de los que se espera un crecimiento exponencial en el futuro.

La falta de referentes femeninos es sin lugar a dudas una de las causas de este fenómeno que entre todos y todas debemos revertir; especialmente cuando existen muchos ejemplos de mujeres que no solo han sido pioneras en su campo, sino que además han destacado aún a pesar de las dificultades del contexto que les ha tocado vivir. De hecho, muchos consideran a una mujer -Ada Lovelace- como la primera persona programadora de la historia, a pesar de que la máquina analítica que perfeccionó de una manera visionaria lleva el nombre de su compañero Charles Babbage. Durante siglos, grandes figuras femeninas se han visto invisibilizadas y por ello en el año 1792 la filósofa y feminista Mary Wollstonecraft defendió en su obra Vindicación de los Derechos de las Mujeres, que «las desigualdades entre los hombres y las mujeres son tan arbitrarias como las referidas al rango, la clase o los privilegios».

En ese sentido, el desarrollo de programas de mentoring dirigidos a niñas y mujeres resulta fundamental para superar los estereotipos por los que incluso en los países considerados más avanzados, se siguen masculinizando determinadas profesiones aún a pesar de los enormes beneficios que la igualdad de género y la equidad reportan para el conjunto de la sociedad.

Por eso, debemos recordar que desde que se aprobara en el año 2007 una Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, toda Institución u Organización -tanto pública como privada- tiene que procurar la prevención de toda conducta discriminatoria y entablar dentro de su esfera de actuación una política activa que haga efectiva la paridad y la conciliación entre los ámbitos personal, familiar y laboral. La tecnología nos ha permitido crear entornos laborales más flexibles y dinámicos que debieran aprovecharse también para acabar con la desigualdad que de manera intolerable sigue perjudicando a la mujer a través de la llamada brecha salarial, el techo de cristal, la infra representación femenina en los órganos de dirección, o la falta de corresponsabilidad  en las obligaciones derivadas de la crianza de los hijos, el cuidado de los familiares y la gestión del hogar.

El Instituto de la Mujer ha reseñado también la importancia de la perspectiva de género como elemento esencial en la respuesta ante la actual crisis sanitaria, social y económica, destacando que el impacto del COVID-19 ha afectado de forma distinta a hombres y mujeres. La ocupación de las mujeres en los servicios sanitarios y aquellos otros considerados esenciales, ha puesto de relieve la feminización de determinados sectores relacionados con la salud, el comercio de alimentación y la limpieza de hospitales y residencias.

Asimismo, el teletrabajo se ha convertido en una gran herramienta que ha permitido la continuidad de otros tantos sectores y servicios; sin embargo muchas mujeres siguen ligadas al mismo a pesar de la desescalada, pues ha sido la manera en cómo muchas familias se han organizado para cuidar a los hijos mientras los centros escolares permanecen cerrados. De nuevo, supone una muestra más de cómo la mujer sigue cargando mayoritariamente sobre sus hombros el peso de las obligaciones familiares, colocándola en una situación de desventaja desde el punto de su desarrollo académico, laboral y profesional frente al hombre.

Es cierto que en la últimas décadas nos hemos provisto de un marco regulador en torno al derecho de igualdad como elemento transversal de nuestro ordenamiento jurídico, pero datos como los antes referidos nos indican que seguimos teniendo un largo camino por recorrer para materializar de forma plena el mandato contenido en el artículo 9.2 de nuestra Constitución, por el cual los poderes públicos tienen la obligación de «remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social».

La igualdad efectiva en el marco de la nueva era digital en la que vivimos sólo será posible si contamos con el talento femenino aplicado a la tecnología, siendo el liderazgo de la mujer y su empoderamiento elementos imprescindibles para la transformación de la sociedad bajo el auspicio de los valores de la libertad y la justicia.

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sobre la autora

Mª Eugènia Gay es Decana del ICAB, Vicepresidenta del CGAE, y Presidenta de la Comisión de Mediación de la Federation des Barreaux d’Europe. Es también socia del despacho Gay-Rosell & Solano y especialista en derecho procesal civil, derecho de familia, sucesiones, responsabilidad civil, derecho registral, asociaciones, fundaciones y colegios profesionales.

Ha sido tutora de Derecho Civil en la Escuela de Práctica Jurídica y profesora del Máster de Derecho Procesal Civil (ICAB), entre otros.

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